El otro día estuviste en un debate sobre los límites de la autoedición. Volviste a casa y, reflexionando a tu bola, sobre lo lejos que estás de los autoeditores, te has dado cuenta de que tus libros de artista son un resto. Es decir, lo que se genera como sobras mientras se pintas algo. (Quien dice pintar dice cualquier otro medio de creación). Entre esos restos suele haber fotografías de procesos, pero también pensamientos. Pensamientos que a su vez serían como “exformas”, “sobrantes”, lo que no son formas… Así un libro de artista empieza queriendo documentar una obra y acaba siendo su vertedero. La pregunta es ¿quíen querría hacer una obra con basura? o en otras palabras ¿con qué ánimo se hace un libro de artista así? ¿es porque el “material (exforma)” si no lo edita uno mismo…? Aquí algunas mierdas de un libro que se llama “Originariedad” sobre “La mujer pingüina”. Sigue leyendo