Mucho más allá del principio del placer

Un ensayo sobre lo sublime ridículo con Freud como pretexto

Dibujar la obsesión, lo sublime y lo ridículo

En Más allá del principio del placer Freud modifica su tesis, elaborada durante muchos años, de que la psique funciona en base al principio del placer y reconoce el papel del instinto de muerte como controlador de éste, acepta la obsesión de repetición como una pulsión que opera también fuera de dicho principio y se ve obligado, en suma, a establecer un nuevo cuadro estructural (o topología) de la mente.

La extraordinaria y paradójica colaboración entre el instinto de muerte y el del placer me resulta útil para exponer mi idea de que lo ridículo participa en la expresión de contenidos sublimes en muchas obras de arte contemporáneo.

Busto y Monge dibujan como George Eliot escribía, es decir, prolija, fluida y virtuosamente, sin estilo. Se olvidan de que están realizando un trabajo (con alguna clase de intencionalidad) y permanecen anclados en la ocupación de dibujar por dibujar. Con distracción reproducen detalles que flotan alrededor de un vacío que podríamos ver como una figura o una silueta. Esta figura permanece vacía como una descripción inversa de todo lo que cuentan los dibujos que flotan a su alrededor. Está pidiendo a gritos un contenido.

Mucho más allá del principio del placer. Un ensayo sobre lo sublime ridículo con Freud como pretexto es un libro de Almudena Baeza con dibujos de Cristina Busto y Álvaro Monge, editado por Joaquín Gallego Editor (Madrid, 2022).

Contemploductos caseros

mantelconmanzanas

¡QUE LA IMPERFECCIÓN SE IMPONGA! A estas alturas, reconoce que eres una persona bastante racional y con poco karma. Quizá por eso te gusta hacer arte. Pero, más que la labor artística, te conecta con tu inconsciente el comisariado. Por ejemplo, cuando pensabas en una obra apropiada que traer a esta muestra peculiar _siete comisarios son muchos comisarios_ quisiste aportar algo conceptual, en cierto modo inexponible. Y te vinieron a la mente esas intervenciones que nunca te habías atrevido a hacer. Bordar en tu mantel favorito de tu madre unos horribles dibujos automáticos de esos que hacían tus desganados alumnos de instituto en los márgenes de las encuestas. Apilar cajas en capas de distintas formas, rectángulos sobre cuadrados y cuadrados sobre agujas, en recuerdo de aquel viejo almacén de maderas de tu abuelo. Y bordar el cuadrado negro de Malevich que es una idea que te ronda desde tu primera beca académica sobre Lo ridículo como forma para contenidos sublimes.

Pero sólo pudiste realizar estas piezas como artista porque las viste, relacionándose con las propuestas del resto de comisarios en esta exposición. Y el deseo inconsciente del comisario pudo con el temor de la artista.