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La francesa Anne-Marie Schneider (Chauny, 1962) no estaría hoy triunfando en el Reina Sofía de no ser por dos reivindicaciones que se formularon en estos últimos 20 años. Concretamente, en los 90 se rescató el arte de minorías y femenino y en la década siguiente se redescubrió el dibujo. Tendencias a las que podríamos añadir el éxito de la autoficción en literatura. Estos movimientos favorecieron también el auge de prácticas como la ilustración o el cómic.18-schneiderLa pregunta es ¿cómo resulta el dibujo autobiográfico y figurativo de Schneider frente a ellas? Paradójicamente es, con mucho respeto a la tradición, sencillez, modestia y, sobre todo, más humor en el estilo, como Schneider supera tanto el juego en torno al yo psicoanalizante o al ginecológico que a menudo amenaza a la autoficción literaria, como al afán experimental y ocurrente que domina en los fanzines más rompedores.

En este sentido, los contenidos autobiográficos en la obra de Schneider son el pretexto para iniciar una búsqueda que conduzca a una mayor conciencia del poder expresivo del medio plástico. Es desde la propia historia, desde su explícito ¡me quiero casar y tener muchos hijos!; del humano temor como fumadora al enfisema pulmonar o de cómo el tedioso repasar de la plancha (en francés planchar se dice repasser) y cómo su forma, tan parecida a un ataúd, la sumen en la melancolía, desde donde Schneider construye su modo de trazar. Y desarrolla una técnica donde, según el crítico francés Jean-François Chevrier, la experiencia del trazo resulta más legible que las historias y más reconocible que los elementos que figuran en el soporte. En otras palabras, lo interesante es el rastro desnudo del movimiento que deja el carboncillo (que nunca es esbozo porque siempre es definitivo) y que la artista persigue maravillada en sus primeros dibujos, pero también en sus películas. En ellas, los dibujos aparecen animados y conquistan el color gracias al paisaje que capta la cámara y con el que conviven.

09-schneiderPoco a poco el trazo económico de Schneider se va tiñendo de color y engrosándose en planos muy gráficos hasta llegar a las pastosas pinturas de la serie sobre la Bella y la Bestia. Aquí las figuras parecen esculpidas y por eso resulta tan patéticas cuando la artista las agujerea o las disuelve en las, supuestamente felices, transformaciones del cuento. Es como si se hubieran solidificado y no quisieran saber nada de la alocada actividad psicográfica que anima a la autora.

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Cristina Busto

Curiosamente, la poesía lunática y doméstica de Schneider se reconoce en muchos otros creadores actuales. Por ejemplo, aquí en España, en las graciosas películas de Libres Para Siempre o Juan Ugalde, en los vivaces dibujos de Cristina Busto o las más líricas pinturas de Javier Lozano, María Bueno o Catalina Obrador (por citar no muchos).