Desde que llegara de Barcelona, la Galería Alegría lleva tres años desarrollando una programación honesta y rompedora. Con este espíritu avanzado, su director Sebastián Rosselló ha conseguido de la veterana escultora Elena Blasco la explosiva exposición de cerámica “Por alegrías”. Y es que hace dos años Blasco descubrió la arcilla y como Picasso, que en sus últimos años en Vallauris acabó con toda una tradición a la hora de hacer vasijas y platos de cerámica, está revolucionando una práctica extremadamente codificada desde el Rococó. Y si las decoraciones tradicionales cayeron en desuso en manos del malagueño que las convirtió en faunos, peces y soles, así las granjeras con cofia, los soldados de peluca blanca, las bailarinas o los Pierrots de colores pastel y textura pulidísima están siendo revisitados por Blasco con desparpajo.
Para empezar, y profundizando aún más en esta ruptura con la tradición, las esculturas de Blasco, formadas por combinación de varias piezas superpuestas, irán cambiando a lo largo de la exposición.
Así, Blasco realiza una primera tanda de objetos como mantitas ondulantes, chisporroteantes lechugas huecas, mesitas bromistas, resueltas granjeras, toda clase de pedestales atípicos, vasijas blandas y hasta una vulva que después combina hasta formar una serie de esculturas que tienen una muy atractiva y alegre vida propia. Así que solo al convertir las piezas de la primera tanda en un objeto más grande, solo al acceder al interior, a una especie de lugar mágico extremadamente vivaz, de un objeto mayor sucede que las piezas adquieren algo así como una personalidad, una psicología, una vida. Esta personalidad, cualidad esencial o sustancia, sea lo que sea, no se agota en una relación única (la prueba es que pueden combinarse de diferentes maneras), de forma que podemos preguntarnos ¿cómo los objetos logran acceder uno al corazón del otro? O más filosóficamente: ¿Cuáles son las cualidades o las partes que entran en contacto para formar objetos mayores tan inclasificables y con tanta gracia? Porque ¿cómo es posible colocar la figura de una granjera con los brazos en jarras sobre una mesita que mañana sostendrá a un conejo o a un canario sin que la personalidad de la pieza sufra lo más mínimo?
Y aquí llegamos a un terreno exclusivo donde Blasco es maestra: la poliusia, es decir, algo parecido a la polisemia de las palabras pero que, en el mundo de los objetos, se traduce en la capacidad para desarrollar usos múltiples. En efecto, igual que una palabra puede tener varios significados, que sólo es posible desentrañar con ayuda del contexto, las esculturas de Blasco tienen varios usos, varias formas posibles y esa podría ser la definición misma del arte de la escultura: un modo específico, un estilo, de descrear las formas y recrearlas como cosas-sentimiento.
No sabemos si Leibniz estaba en lo cierto al comparar las percepciones de una roca con las de un ser humano muy mareado pero, si hay un material sólido capaz de mirarnos, ese es la cerámica de Blasco, tanta es su vivacidad. Y es que estas esculturas resultan todo menos objetos inanimados. Enhorabuena.
Hasta aquí lo que se publicó en Metrópoli:
una observación
Recta granjera que viene del rococó y que ha sufrido una primera simplificación pop
Blasco interpreta los volúmenes del paraguas y la falda en sentido contrario. Me parece genial
Fuimos las pájaras a la galería y hablamos con Elena:
Una entrevista anterior en una exposición de Blasco en la sala Alcalá 31 de Madrid:
https://www.youtube.com/watch?v=_dR52ccI9XM&index=11&list=PLrUH1yfsAUR3wBsUdWt1yQpcjtBav1L42