Juan Muñoz el sonido de la escultura

Hace ocho años que no se podía disfrutar de una muestra de uno de los artistas españoles más reconocidos fuera del país (aunque haya quien opine que tiene un poquito de impostor).

Munoz

La galería Elvira González ha montado tres salas en torno a esas enigmáticas esculturas tan características de Muñoz. Dos de ellas nunca han sido expuestas en España. Una, donde dos personajes ríen delante de un espejo, es la última que quedaba en el estudio antes de la prematura muerte de Muñoz en 2001 con 48 años. Esta sola pieza presenta muchas de las características de la producción escultórica de Muñoz. Realizadas en resina, las cabezas proceden de una máscara de una persona real o de un modelado muy realista. (Como la gran instalación que Muñoz realizó para la Sala de Turbinas de la Tate Modern de Londres ese fatídico año de 2001 que constaba de decenas de figuras con el rostro de su hermano). Las ropas, la posición, las proporciones resultan igualmente convincentes. De una mezcla de grises oscuros, son tan acromáticas como las esculturas clásicas y responden a la misma tradición de contemplación que consiste en valorar la capacidad de la luz para dibujar volúmenes que den ilusión de realidad desde varios puntos de vista. Incluso el espejo ayuda a potenciar ese tipo de acercamiento. Lo curioso es que Muñoz es un artista moderno y el realismo no es bien valorado en el mundo del arte de esos años. Pero es que, como afirma Antoni Muntadas (amigo de Muñoz y artista multidisciplinar): “Muñoz realiza un lifting al realismo. Nunca el realismo se había visto tan contemporáneo”.

Ese lifting pasa por plantear una serie de extraños enigmas: ¿por qué las figuras de esta pieza por ejemplo representan adultos pero tienen la talla de niños? ¿Por qué  demonios son chinos? ¿De qué se ríen? ¿Dónde están sus pies (resulta que cuando el personaje está sobre el suelo no tiene pies pero cuando está suspendido los vemos enfundados en calcetines)?¿Y, sobre todo, por qué parecen actuar sin sentido? Es decir ¿cuál es el significado de sus actitudes, de las escenas que componen? ¿qué nos quieren contar?.

Y es que, como las ortopédicas figuras de los personajes de cómic que, sacadas de la narración, de sus viñetas, y convertidas en esculturitas, acusan un movimiento falso, un ajetreo gratuito y hasta de mal gusto, estas piezas componen escenas demasiado absurdas, demasiado insignificantes para poder ser comprendidas.

El caso es que estas esculturas cuentan algo y aunque resulte incomprensible, incluso engañoso (como se engaña a un chino), no podemos evitar inventar una narración. Como hace, por ejemplo, el escritor Luc Sante que en el relato titulado Tabula rasa cuenta una historia a partir de una serie de grabados y pinturas de interiores como las que se muestran en la galería (a las que habría que añadir algunas más que se verán este febrero en ARCO). Igualmente Muñoz mismo, en las dos fotografías en acetato que se exhiben aquí, enseña el interior de una escultura, de una historia (en este caso sobre un coche accidentado), que se encuentra físicamente ocupado por otra pieza: unas cinematográficas escaleras de caracol.

El escritor y crítico de arte inglés John Berger lo explica así: «Muñoz, cuando hablaba, podía cambiar de tema, como si se le apareciera la señal de otra cosa o como si algo se le hubiera escapado y le llamara la atención en ese instante. Aparecía entonces un silencio». Una manera de ver pues su trabajo: esculturas como silencios, mágicamente situadas entre varias historias que podrían contarse.

Aquí mucha más información:

http://www.rtve.es/television/20140216/juan-munoz-poeta-del-espacio/444925.shtml