
Almudena Baeza, boceto escultura, 2016
Mi madre no es dulce, como una patata cocidita, se parece más a un rábano, impaciente e irascible.
Voy a hacer una escultura que presentará a un niño (si se mira de perfil) y a una mujer que rie (si se mira desde arriba).
Almudena Baeza, Femeniño, lápiz y acuarela sobre papel, 2016
Si este niño, con el tiempo, se convirtiera en un exhibicionista de esos que van con gabardina y enseñan el pito en el parque del Retiro o en La Casa de Campo, podríamos contar otra historia: la de los exhibicionistas que, hinchados como salchichas, necesitan amor. Imaginan planetas de chicas parecidas a rábanos en flor. No pueden quitarles los ojos de encima. Incluso los árboles del parque ríen como ellas.
Esa forma de Marina Núñez, esa forma que fabrican los ojos de Luis en la pieza El fuego de la visión, resulta muy femeniño.

Marina Núñez, El fuego de la visión [Luis], 2015

Alzado y planta del rábano Femeniño, futura escultura