En la sala Alcalá 31, hasta finales de marzo, expone Marina Núñez (Palencia, 1966), una cabeza de cartel de su generación. La muestra está comisariada por José Jiménez,
posiblemente el filósofo que más ha pensado sobre el Arte y su recepción en nuestro país. Quizá por eso no resulta extraño que la tesis que sostiene la pieza más ambiciosa de esta antológica, titulada como la exposición misma, El fuego de la visión, y que ha sido realizada especialmente para la sala, cuente algo que todo amante del arte ha sospechado desde siempre, a saber: la contemplación del arte (como la lectura de un libro, por ejemplo) no es un acto pasivo, y mucho menos un mero entretenimiento, es, con todo lo que eso implica filosófica y políticamente, un acto creador. Así, en la sala central, se proyectan 9 enormes pupilas que hacen surgir, cada una de su interior, una forma inquietante que no es animal, mineral o vegetal. Un objeto, ni terrestre, ni marino; ni vivo, ni fósil… Algo que crece y se transforma y que quizá tiene algo de femenino, de metáfora feminista más bien, en el sentido de que, para el feminismo, la mujer está obligada a construirse una identidad nueva. Esto la obliga a desidentificarse con su grupo cultural, su familia, su propio yo, el hogar en definitiva, para fomentar un “saber inusual” que, como decía Witting en Uno no nace mujer, haga posible el abandono de la ilusión de poseer una imagen coherente o unitaria para abrazar su propia capacidad como preceptora, como creadora de identidades excéntricas y resistentes. Esta metáfora de la capacidad de la mujer para adoptar representaciones cambiantes analizada materialmente, como forma escultórica que brota de esos 9 ojos, resulta también fronteriza, ya que no es estrictamente un objeto, aunque sea tridimensional. Y no es 3D del todo porque, en esencia, es plana. En definitiva, este ser animado reúne todas las cualidades narrativas y estéticas de la infografía, o más precisamente, de la pintura por ordenador, medio en el que Núñez es pionera.

Marina Núñez, Sin título (Monstruas), 2008
Aún así, la formación de Núñez es pictórica. Y es que todas las piezas (tanto las pintadas como las infográficas) poseen esa capacidad de la pintura para sugerir, sin imponer, discursos recubiertos de pasión. Entendido el término pasión como esa especie de apetencia hacia todo aquello (incluida la estética) que resulta adecuado a nuestra naturaleza y que nos mueve a la acción. En el caso de Núñez, esa preferencia, esa querencia que viste todas sus obras las hace parecer fruto de un saber siniestro, de una femenina ciencia gótica. Como una doctora frankenstein, mediante el implacable método de ensayo y error, va engendrando seres inestables que duran, patéticos, un instante y se vuelven a regenerar maníacamente una y otra vez (Demasiado mundo, 2010 o Grieta, 2013). Experimentos fallidos como sirenas dolientes (Monstruas, 2008) o ángeles atrapados en sus prótesis (Ángel caído, 2006 ). Paisajes apocalípticos, en forma de ciudades que caen (Ciudad Fin, 2009) o que son abandonadas (Organismo, 2011), símbolos del fin de la civilización que abren aterradoras posibilidades nuevas. En muchas de ellas los protagonistas son no humanos como indica su mirada desasosegante. En este sentido, hay ojos en fuego (Huida, 2006), rojos (como aquellos que Melville asignaba a los artistas y que Ahab creyó ver en Moby Dick), múltiples (Locura, 2007), internos (Ciencia ficción, 2006), reflejados (Imago, 2004), surrealistas (Siniestro, 1993-94), ojos hechos de ojos (Desintegración, 2011) y sobre todo, órganos sin córnea. Hay que tener en cuenta que los únicos globos oculares que no están totalmente ocupados por el iris son los de los seres humanos, por eso resulta tan turbadora esa sencilla animación (Multiplicidad, 2006) donde las córneas de dos ojos se van saturando de iris hasta perder su blancura. Ya no sabemos dónde miran y si ven. Siniestra y peliculera, Núñez invita a poner los ojos bien en blanco para soñar. Y poder así contestar con ella a la pregunta de Jiménez: “¿Qué tipo de representaciones de los seres humanos son hoy viables en el universo de las artes plásticas?”.

Marina Núñez, El fuego de la visión [Luis], 2015
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